Lucía tuvo a su primer hijo a los 36 años después de un duro, largo y costoso tratamiento de fertilidad. Por fin nació Lucas, el bebé soñado. A las dos semanas el marido de Lucía tuvo que reanudar su trabajo con visitas a Dubai de manera constante y que se prolongaban más de una semana. «De repente —cuenta Lucía— empecé a visualizar cómo tiraba a mi hijo por la ventana y me producía tal terror que me pasaba las noches en vela. Temía perder la cabeza o hacerle daño mientras dormía. Además, no quería contárselo a nadie porque temía que me tomaran por una trastornada. Cuando mi madre se ofreció a venir a pasar una temporada con nosotros vi el cielo abierto. Es más, le pedí que, los días que mi marido no estuviera, durmiera conmigo».
Lo que le pasó a Lucía fue una depresión postparto bastante acentuada y se hubiera solucionado si hubiese ido a un psicólogo. No es una locura y tiene solución. Sin embargo, sigue siendo un tema tabú con el que incluso la gente bromea. Pero es un asunto serio, ya que una depresión post parto grave, con tintes sicótico, puede incluso hacer que la madre lesione a sus hijos.
Según Olga Carmona, psicóloga clínica experta en Psicopatología Infanto-Juvenil y Psicoterapia Focal y fundadora de Psicología Ceibe,apunta que el término depresión postparto «se ha generalizado y trivializado popularmente en los últimos años, creando un estereotipo confuso por el cual muchas mujeres no se han atrevido a mostrar y comunicar síntomas importantes que es necesario atender».
Asegura que hay que distinguir entre:
* Depresión postnatal o postparto leve (También disforia postnatal)
* Depresión mayor postparto
* Psicosis postparto.
La depresión postparto leve la presentan en torno al 80% de las mujeres durante el puerperio. Aparece en torno al tercer día después del parto y suele durar hasta cuatro semanas aproximadamente.
Los síntomas habituales son insomnio, tristeza, fatiga, irritabilidad y ansiedad, llanto fácil, frustración, dudas sobre la propia capacidad para ser madre. Suele remitir de forma espontánea ya que se relaciona con el descenso brusco de progesterona sumado a la adaptación a la nueva situación. Si la madre cuenta con la suficiente contención afectiva familiar remitirá sin necesidad de tratamiento.
La depresión mayor postparto (DPP) puede aparecer entre 4 y 30 semanas después del parto. Los síntomas principales son:
—Exceso o falta de apetito
—Deseos de aislamiento o sentimientos de extrema soledad
—Falta de energía.
—Ansiedad, angustia, miedo.
—Falta de interés en el autocuidado
—Pensamientos relacionados con la muerte, ideas suicidas o autolesivas (hacerte daño).
—Hipo o hipersomnia (alteraciones del sueño).
—Irritabilidad hacia la pareja y/o hacia los otros hijos.
—Culpa.
—Problemas de memoria
—Dificultad para vincularse al bebé.
—No desean quedarse solas con el bebé porque se perciben incapaces de cuidarlo.
—Resentimientos hacia el bebé, lo culpan por la situación y a veces, piensan en hacerle daño.
—Sobreprotección del bebé: la madre lo ve siempre como enfermo por lo que suele consultar con excesiva frecuencia al pediatra. Muchas veces, este es el único síntoma visible de una depresión silenciada por la madre.
—Ideas de arrepentimiento del embarazo y nacimiento del niño.
Todos estos síntomas suenan muy severos y extremos pero son comunes y no pasan de ser pensamientos que casi nunca se concretan en una acción, salvo que la depresión postparto de lugar a una complicación llamada:
Psicosis portparto: Afecta a una de cada cuatro mil mujeres tras el parto. Incluye todos los síntomas anteriores y además: alucinaciones, intentos de lastimarte o dañar al bebé, confusión, cambios extremos en el estado de ánimo (comportamiento bipolar).
Por lo tanto, una mujer con depresión mayor postparto, puede sentir que está o se está volviendo loca.
TRATAMIENTO DIFERENTE
«El tratamiento es diferente para cada uno de los supuestos —matiza Olga Carmona». En el primer caso, la depresión leve o disforia postnatal remitirá solo con el tiempo aunque hay una serie de pautas que ayudan a mitigar los síntomas y a reducir su duración. Por ejemplo, se recomienda garantizar a la madre una sólida red de contención emocional y de ayuda que la permita centrarse en el cuidado propio y del bebé, salir de casa al menos una vez al día, el ejercicio aeróbico moderado (caminar), la expresión de las emociones y síntomas que pueda estar experimentando sin ser juzgada, saber que es normal sentir toda esa ambigüedad sobre el bebé y la nueva y desbordante situación y que a veces la adaptación a un cambio tan radical cursa con síntomas difíciles y ello no implica para nada ser mala madre ni no querer al bebé. Darse tiempo y flexibilizar las ideas que solemos tener sobre la maternidad antes de ser madres».
Señala que en el segundo caso, «sí está indicado el tratamiento que suele ser la intervención psicoterapéutica combinada, algunas veces, con farmacología. Reconocer que estamos ante un desorden que requiere atención especializada es el primer paso, escuchar y observar a la madre y buscar ayuda es imprescindible para evitar una cronificación o complicación posterior que afectará tanto a la madre como al niño».
Y en cuanto a la psicosis postnatal, el tratamiento es el mismo salvo en aquellos casos donde haya un riesgo para la vida del bebé o de la madre donde estará indicado el ingreso hospitalario.
«Es imprescindible apuntar que la depresión postparto, en cualquiera de los tres casos indicados, leve, mayor o psicótica, no es elegible, no es una actitud y, por tanto, una mujer no puede salirse de ella a voluntad —advierte esta psicóloga—. La depresión comprende cambios neuroquímicos y hormonales que cambian la forma de funcionar del cerebro. No culpabilizar ni pedirle a una mujer puérpera con síntomas de depresión que lo supere ya que debería estar feliz, es contraproducente ya que contribuirá a que oculte el problema, lo que no hará otra cosa que agravarlo.
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